Lo malo y lo bueno
Inició
un nuevo año, la humanidad sobrevivió a otro fin del mundo, organizado por el
propio hombre, una teoría en la que la naturaleza se revela a la depredación
humana, al consumismo, al mismo materialismo. Pero qué hemos aprendido, qué
sacamos de conclusiones, cuáles son las nuevas expectativas para el naciente
año, qué vamos a cambiar para hacer de este mundo algo mejor, qué vamos hacer
para devolverle a la sociedad los principios y valores, venidos a menos, que en
otrora nos permitió vivir, no de forma perfecta, pero sí en armonía.
Y
es que nuevamente en las cábalas o rituales de fin de año, muchos nos vestimos
de amarillo, verde o rojo, nos dimos baños de suerte con mil y un preparados, que
nos ofrecieron devolvernos la paz, el amor, la suerte, la dicha, la fortuna. Y te
despiertas en el punto de partida de los nuevos 365 días que marcan un año, y
te das cuenta que es la continuación del otro, de los mismos problemas que
quedaron sin resolver, hace 24 horas, las mismas alegrías, los mismos pesares.
Y no terminamos por entender que todo lo que nos ocurre es por consecuencia de
nuestros actos, cabe aclarar, que las consecuencias pueden ser buenas o malas,
si caben los términos.
Decimos
que dejamos atrás, en el terminado año, las malas experiencias, los malos
ratos, y pensamos que de esa forma seremos mejores, tal vez, hasta felices. Aquí
cabe una pregunta sencilla: es qué acaso no aprendemos las mejores lecciones
de las malas experiencias, entonces por qué nos empecinamos en querer desechar
lo malo, por qué no aceptamos la condición humana, en donde viven en armonía
estas dos partes, la mala y la buena, pero siempre y cuando la sepamos manejar.
Cuándo
vamos a terminar por entender que la vida misma es cúmulo de sensaciones y
sentimientos que tenemos que llevarlos con armonía y saberlos manejar, que en
la vida aprendemos y nos hacemos mejores (maestros) con la cosas malas que nos
pasan, que las buenas son el culminar de una serie de sacrificios en donde
convivieron: lo bueno, lo malo, lo bonito, lo feo, etc., y que todas éstas
situaciones, hacen que la victoria, triunfo o éxito, como queramos llamarlo,
sepan mejor cuando hubo más de todo aquello.
Todo
aquello que en cada fin de año, en el mismo ritual, despreciamos, aborrecemos, muchos
incluso, hasta llegar al borde de la histeria, de no querer regresar en el
pasado, de querer enterrarlo, valiéndonos de la fragilidad de la mente humana, aunque
este ayer nos sirva de proyección para el futuro, sin que ninguno nos
pertenezca (pasado y futuro) porque únicamente el instante actual podemos manejarlo
y tampoco es nuestro, y es donde tú decides ser mejor aprendiendo de lo malo o ser
bueno sin aprender nada. Y es que la felicidad no es externa, es interna, no
nos la puede regalar el prójimo, sino nosotros mismos, amando y valorando lo
que somos y tenemos, aprendiendo de lo malo y lo bueno, absorbiendo cada
instante de nuestras vidas, alegrándonos por los demás, recuperando la
solidaridad, sabiendo que no es feliz quien más tiene y ostenta, sino quien más
comparte y ayuda.
Entendamos en el nuevo año,
que lo malo es una nueva oportunidad que nos llevará a lo bueno, que lo malo es
la forma como se pule la piedra para poder llegar a ser la más hermosa joya,
aunque en la naturaleza humana, no podemos hablar de producto terminado porque
la vida misma es un eterno y continuo aprender, entonces somos una joya que
está en constante proceso de elaboración. (HC)
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